Rumba y Revolución.

Con Anngie (alias taponcito) en la marcha. Obsérvese el kit completo de revolucionario excursionista.

Miguel y Anngie (en el centro de la imagen) en la concentración de hoy.

Me temo que llevo un tremendo retraso en las cosas que querría explicaros, así que seré sintético.

Lo del proyecto, en teoría, sigue adelante a través del INJ, pero ya habréis observado que no es cuestión de fiarse mucho de lo que te dicen. Lo que esta decidido es que el martes / miércoles me voy ya para Ciudad Bolívar, donde el bueno de Edgar vela por mí y luego que sea lo que dios quiera. Por otra parte el asunto de la pasta también esta por resolverse en breves, vía mi querido hermanito.

El viernes por la noche salí a “rumbear” por primera vez, con la gente de la Juventud Comunista con la que comparto casa. Curiosamente fuimos al mismo bar donde estuvimos con la gente de la brigada hace dos años el primer día que salimos por Caracas. La cosa fue divertida, algo etílica y un tanto vandálica (incluyendo bronca con el taxista que nos llevo a casa), pero divertida. Recibí unas clases de salsa acelerada, que sumadas a las de béisbol que me ha dado Miguel esta semana, están por convertirme en todo un nativo. Ya solo me falta que una de cada tres palabras que diga sea “veeergaaa!!!” y asunto concluido.

Ayer sábado fue un día tranquilo de moderada resaca en compañía de los camaradas, hasta que llego la noche y salió a relucir el whisky, que a mi no me gusta pero a ellos les encanta. El resultado, charla hasta mas de las cuatro y media de la mañana. Es increíble lo jodedores que pueden ser, a mí que casi no me conocen ya me tiene “frito” con las coñas, incluyendo las referentes al tamaño de mi nariz... Pero de muy buen rollo y con un trato súper cercano. Le estoy cogiendo mucho cariño a la “casa okupa”.

La parte “mala” es que hoy era el acto central de la campaña de la candidatura de Chávez, (el de Rosales fue ayer con una asistencia estimada de 2 millones de personas). Mis queridos brigadistas saben lo que significa eso: horas y horas bajo el sol, cerveza por los codos y una pateada que ni la larga marcha de Mao (suelen ser mas o menos unos 15 kilómetros, aunque se han hecho todavía mas largas). Por suerte para mí, esta vez no era una marcha si no una concentración, así que la parte de la pateada me la he ahorrado.

Total que a las seis y media de la mañana, después de dos horas de siesta (por que no tiene otro nombre) me han sacado de la cama para acompañar al bueno de Ciano (que volvió ayer del Líbano de un viaje de turismo revolucionario) a llevar material desde la sede del PCV a la avenida Bolívar, lugar habitual de las concentraciones Chavistas.

Pero eso ya es otra historia que os contare mañana, por que requiere su tiempo y su espacio, por el momento os dejo hay alguna foto para que os ilustréis.

Nota: sobre las historias personales que prometí contaros en la anterior entrada son de gente que he conocido, pero no me afectan a mí directamente. Lo digo por que algun@s ya se habían alarmado. La mala noticia es que ahora ya son tres y no dos las historias chungas...