domingo, 11 de marzo de 2007

Un paseo por La Habana.

Con Iván en el mausoleo del Che en Santa Clara.
Vista de Cayo Las Brujas. Sin comentarios.

Lisiado con vista al Capitolio de La Habana.

Iván en el Museo de la Revolución. Al fondo maqueta del Che y Camilo.

El jueves por fin me quitaron el yeso dichoso (tras peripecias mil, todo sea dicho), así que acabo de recobrar parte de mi perdida movilidad. Y digo acabo por que cuando me lo quitaron descubrí que todavía tenía el pie inflamado como un balón, lo que rompe el mito ese de que el yeso te deja chupado. Además tampoco me ha salido pelo ni nada de esas cosas que todo el mundo me de decía que me pasarían… eso si, entre la inflamación y la piel ultra reseca parecía mas bien el pie de un zombi. Total que he tenido que esperar a que se me pase la inflamación para empezar a apoyarlo (hoy) poco a poco.
A ver si retomo un poco el hilo del blog que en los últimos tiempos lo tengo abandonado. Por no dejar la cosa colgada os acabare de explicar como fue el viaje a Cuba y ya otro rato con más calma os resumo mis andanzas por Venezuela yeso arriba, yeso abajo que la verdad no es que hayan sido demasiado gratas.
Lo deje en nuestra llegada a Santa Clara. A la mañana siguiente Over nos llevo en primer lugar a ver los restos del tren blindado. Son algunos de los vagones, acondicionados en plan museo, de un tren que el dictador Batista envió como ultima opción de reprimir al Ejercito Rebelde que avanzaba imparable hacia La Habana y que ya estaba cercando la ciudad de Santa Clara. El tren fue brillantemente asediado por una columna guerrillera de 18 hombres, que mediante el uso de un bulldocer para arrancar las vías (todavía se conserva allí) y cócteles molotov hicieron rendirse a los 400 hombres armados hasta los dientes que transportaba el tren. Ese hecho convenció a Batista de que la guerra estaba perdida e hizo que huyera del país, determinando la victoria final de la Revolución, que en menos de una semana conquistaba La Habana.
De allí salimos para el mirador de la ciudad (ver las fotos de la anterior entrada) y finalmente fuimos a ver el Memorial donde se encuentran los restos del Che y de sus compañeros de la guerrilla en Bolivia. El monumento me gusto mucho, me pareció que estaba pensado de una manera respetuosa y sin caer en la exageración. La “cripta” donde están los nichos de los guerrilleros y un pequeño museo sobre el Che forman el interior del complejo. En el exterior una estatua del Che encima de un pedestal y una explanada donde realizar actos públicos (allí precisamente fue donde Fidel se pego el tortazo famoso).
Esa noche tuvimos una charla de lo más interesante con Over sobre su visión de la situación del país y de las perspectivas que se le presentan. Si bien defendía la revolución y muchos de sus logros, también criticaba ciertos aspectos de la política económica y de las leyes del país. Fue muy instructivo y me permitió hacerme una idea respecto a algunas cuestiones, buenas y malas, sobre Cuba que allá en España se desconocen por completo.
Al día siguiente nos levantamos bastante tarde y nos fuimos para los cayos. Es una zona 100% turística (desafortunadamente el acceso a los lugareños esta muy restringido) formada por pequeñas islas, unidas por una carretera que transcurre literalmente por el medio del mar. Fuimos hasta Cayo Las Brujas, un lugar paradisíaco con la típica playa de anuncio, realmente muy bonito. Lo malo es que más bien hacia fresco y como además yo iba con el yeso a cuestas, pues claro de bañarme poco. De allí salimos directos para La Habana, a unas cuatro horas de camino y sin perdernos demasiado conseguimos llegar a nuestro alojamiento en la Habana Vieja (el casco histórico de la ciudad).
En La Habana pasamos cuatro días, pero la verdad es que nos entro un poco la pereza y el ritmo turístico decreció bastante, con lo cual hubo muchas cosas que se nos quedaron por ver. Entre las que vimos estuvo el Capitolio, el Museo de la Revolución (que tiene un anexo donde se conserva el yate “Gramma” en que Fidel y el resto de guerrilleros desembarcaron en Cuba, así como otras reliquias similares, para alegría de Iván y mía a quienes nos encantan estas cositas). También vimos la plaza de la Revolución, pero solo por fuera por que lo dejamos para el último día, con la buena suerte de que por ser domingo estaba cerrado el acceso al público.
Por supuesto estuvimos por el Malecón y en algunos lugares más de pasada como la Catedral. Es impresionante la cantidad de cosas que hay para ver en la ciudad, repleta de monumentos y edificios históricos.
También es impresionante la cantidad de policía que se ve, casi uno en cada esquina lo cual hace que el turismo sea de lo mas seguro. Los únicos atracadores que vimos fueron los dichosos “parqueadores”, con los cuales volvimos a tener nuestras peleas ya prácticamente rutinarias. El incidente más destacable es que justo cuando nos dirigíamos a cenar juntos por última vez, unas horas antes de que estos fueran a coger el avión hacia España (yo salía un día mas tarde), se nos quedaron las llaves del coche dentro. Tensión, nervios, tentaciones de darle una pedrada al cristal, etc. Hasta que finalmente, gracias a la ayuda de una gente que viva allí mismo, pudimos contactar con el servicio técnico y vinieron a abrirnos el coche. Les fue muy pero que muy justo, pero al final todo salio bien y pudieron coger el avión.
Yo hice una noche más y al mediodía siguiente me dispuse a coger el vuelo dirección a Caracas, para seros sincero con el ánimo un poco sombrío y la morriña corriéndome por las venas.